anagrama
cerrar boton_cerrar

Cartas desde el exilio

S. Fernández

Pablo Casals murió en Puerto Rico con noventa y seis años; fue uno más de los muchos exiliados que huyeron de España cuando Franco entró en Cataluña, al final de la guerra civil. Se estableció primero en Prades, un pequeño pueblo en los Pirineos franceses, para, a partir de 1956, vivir definitivamente en la isla caribeña en la que había nacido su madre y su esposa, una de sus alumnas.

La importancia de Casals en la historia de la música internacional se ilustra con los ensayos que le dedicaron en los cuarenta y cincuenta y que se editaron en Nueva York, en Zurich y en Perpiñán. Casals dijo en diversas ocasiones que había aprendido antes a expresarse a través de la música que de las palabras.

Desde los nueve años estudió en Barcelona; había nacido en El Vendrell en 1876. Destacó este músico como un virtuoso del violonchelo y también del piano. Sin embargo, su talento era más amplio: compuso música coral, oratorios, fundó su propia orquesta, la «Asociación Obrera de Conciertos», dirigió su propio festival, intervino en la lucha de la Resistencia francesa.

Pablo (o Pau) Casals se relacionó siempre con otros intelectuales exiliados. Uno de estos fue el dramaturgo y periodista gijonés Emilio Palacios.

A continuación se reproducen siete fragmentos que corresponden a siete de las once cartas conservadas que Pau Casals intercambió con el autor asturiano de «Les llenguateres» -uno de los sainetes más populares de la escena regional; hasta este pasado mes de octubre, el grupo «Teatro Casona» lo ha mantenido en cartel-.

La primera de estas cartas es de Août (sic) de 1942, y la última, de septiembre de 1969. La relación entre el músico y el escritor se establece en Francia, pasados los años más terribles de los campos de concentración franceses. Palacios reside en Perpiñán y Casals, en Prades. Las tres últimas están datadas en San Juan y en Santurce, en Puerto Rico.

*Fuente : La Nueva España, 8 de febrero de 2005

_ _ _ _ _

Pau Casals se dirige al escritor Emilio Palacios

El epistolario de estos dos intelectuales comienza en 1942 en Francia

Saúl FERNÁNDEZ

Emilio Palacios estrenó en los primeros años de 1950 una de las obras de teatro más exitosas de la historia dramática del asturiano: «Les llinguateres». La primera vez que se vio esta comedia fue en la ciudad que había acogido a su autor después de haber vagado por toda Asturias: Gijón.

Nació en Oviedo por casualidad, aunque él siempre se tuvo por «playu». Vino al mundo en 1896, dos años antes que Federico García Lorca. Si tuviéramos que ubicarle, pues, en alguna generación esta sería la del 27.

Se inició en el humorismo en la prensa regional y nacional. Se ganaba la vida con sus colaboraciones en prensa, aunque por un tiempo ejerció de secretario en el Ayuntamiento de Corvera.

Tuvo un pasado turbulento. Por unos versos antimonárquicos publicados en «El Motín», del mítico anarquista José Nakens, fue encarcelado un mes y un día, condena que cumplió en la cárcel de Madrid. Este episodio lo recuerda Sánchez Solares en el prólogo a «Les llinguateres». También dice que aquel chaval de 18 años se había convertido en una especie de subversivo y lo asocia a Zola, Pérez de Ayala o Renán.

El joven Palacios en presidio se carteó con otra gijonesa de adopción, Rosario de Acuña. Regresó a Asturias y dejó en Madrid dos puestos de redactor que le habían ofrecido: uno, en «El Liberal», y el otro, en «El Heraldo de Madrid».

El dramaturgo y ensayista Adolfo Camilo Díaz comenta que el primer éxito teatral de Palacios fue «Bartuelu va pa L'Habana», un monólogo humorístico que alcanzó quince ediciones en la época.

Palacios era contemporáneo de Pachín de Melás y de Pin de Pría. Estos dos autores, a juicio de Adolfo Camilo Díaz, «tenían una conciencia estricta de escribir en asturiano. Su lengua es la búsqueda de un estandar capaz de ser entendido tanto en el centro de la región como en sus alas». Esto, en contraposición a Emilio Palacios. «Era un escritor muy moderno. Decidió mantenerse fiel al habla de Cimadevilla, el barrio de pescadores de Gijón. Palacios reflejó en su obra el habla dialectal más cercana».

Para Díaz, Emilio Palacios es «uno de los cuatro o cinco autores más destacados del sainete asturiano, uno a reivindicar».

Hace diez años El grupo «Teatro Casona» reestrenó en Bimenes la pieza «Les llinguateres» de Emilio Palacios. La versión corrió a cargo de Andrés Presumido y el plantel de actrices estaba compuesto por Marisa Vallejo, Carmen Gloria García e Isabel Friera, es decir, redujo los personajes y cambió el escenario a un lavadero público. Se llevó este montaje por toda Asturias, en ocasiones, dos y tres veces en el mismo escenario. La última función de este reestreno se pudo ver en el centro Gijón Sur el pasado mes de octubre. La versión de «Casona» ya está fuera de cartel, según asegura el director del espectáculo.

«"Les llinguateres" es una obra sin argumento, es el cotilleo por el cotilleo. Pienso que llamó tanto la atención por la cercanía del montaje a la vida cotidiana y por la profesionalidad de nuestro trabajo, aunque esté mal que yo lo diga», recuerda Carmen Gloria García. «La comedia es muy actual, se aleja del canon de presentación, nudo y desenlace. Está dispuesta muy cinematográficamente. Cualquiera que la compare con las películas italianas de la época sabrá de lo que estoy hablando. Es una obra muy coral, son ocho mujeres, muy de Berlanga», añade Díaz.

Emilio Palacios por sus vínculos republicanos y liberales abandonó España. Se estableció en Francia para toda la vida, en la ciudad sureña de Perpiñán, donde era conocido por exiliados y emigrantes como el «cónsul asturiano». Entabló amistad con Pau Casals en París y se cartearon durante cerca de treinta años.

«En la guerra civil de 1936 arriesga su vida defendiendo la conquista legal del régimen republicano, con el empeño que había puesto siempre con toda lealtad en lo justo y humano», comenta Sánchez Solares en el mismo prólogo a «Les llinguateres».

*Fuente: La Nueva España, 8 de febrero de 2005