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LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: El exilio republicano


El exilio en la contienda española constituye un precedente de los grandes éxodos humanos provocados por el estallido y desarrollo de la II Guerra Mundial. El de 1939 es el más importante de los exilios políticos y culturales de la Historia de España. En este aspecto indaga el noveno DVD de la colección de SUR. Próxima entrega: sábado 7 de enero


FERNANDO ARCAS CUBERO/PROFESOR DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA


ESTE documental producido por Televisión Española y la Fundación Pablo Iglesias aborda en dos capítulos la historia del exilio republicano español contada en ocasiones por los propios protagonistas: la acogida a los niños españoles de la guerra en el extranjero, la labor de organizaciones humanitarias, la suerte de quienes convirtieron en definitivo el exilio de 1939 en los diferentes países de destino, la lucha de los españoles en la resistencia contra Hitler o su vida en los campos de concentración, el destino de los líderes y los intelectuales de la República, así como las expectativas políticas abiertas con el final de la II Guerra Mundial.

Aunque muchos volvieran luego a entrar en la zona republicana, los reveses militares en la campaña del norte iniciaron la salida de refugiados -con los primeros grupos de niños de la guerra- hacia Francia. La oleada más importante, sin embargo, se produjo tras la caída de Cataluña, a lo que se unirían más tarde los últimos exiliados españoles salidos del puerto de Alicante al terminar la guerra. Según Javier Tusell, en marzo de 1939 había unos 450.000 exiliados españoles en su gran mayoría en Francia, de los que finalmente unos 162.000 se convertirían en refugiados permanentes. Francia se convirtió así en un lugar de residencia definitiva -con el nuevo drama del inicio de la invasión alemana y la guerra-, o de paso para quienes trataron de establecerse en los países latinoamericanos. De estos últimos fue México y gracias al presidente Lázaro Cárdenas quien recibió el mayor contingente de refugiados -unos 7.500 en 1939 según G. Dreyfus, que alcanzarían años más tarde la cifra de 22.000-, seguido de Chile y la República Dominicana con 5.400, y Argentina, Venezuela, Colombia y Cuba con unos 2.000.

La salida de España y la atención a los refugiados corrió a cargo de dos organizaciones que evidenciaban la persistencia de las divisiones políticas al disputarse la gestión de las ayudas: el Servicio de Emigración de los Refugiados Españoles (SERE) creado en 1937 por el gobierno Negrín, y la Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles (JARE) creada en París y bajo el control de Indalecio Prieto.

La muerte de Azaña

Azaña tuvo que pasar la frontera francesa caminando. Tras residir en la Embajada española de París y realizar desde allí los últimos intentos de una paz acordada, Azaña se traslada a Collonges-sous-Salève. En España se inició su procesamiento por la Ley de Responsabilidades Políticas y tras la invasión alemana tuvo que viajar en ambulancia y ya muy enfermo a la zona libre francesa en Montauban para escapar a las presiones franquistas que trataban de lograr su extradición a España y la de otros dirigentes republicanos como Negrín o Prieto. Entonces se produjo la detención por los alemanes de Julián Zugazagoitia o Luis Companys, enviados a España y fusilados. Pese a las gestiones del embajador Lequerica, el gobierno de Vichy se negó a entregar los refugiados a Franco. Cercado en su hotel por agentes españoles Manuel Azaña murió en Montauban el 3 de noviembre de 1940 obsesionado, según su mujer, Dolores Rivas Cherif, por la suerte de los refugiados españoles. A diferencia de las emigraciones españolas del siglo XIX y principios del XX, el exilio de 1939 tuvo un componente cultural, intelectual y científico sin precedentes. México fue el centro receptor fundamental de esta emigración cualificada y la extraordinaria acogida del gobierno y del país tendrían un efecto transformador de las relaciones culturales e históricas entre España y el mundo hispanoamericano. José Luis Abellán indica que desde esta perspectiva el exilio pierde el carácter exclusivamente negativo de pérdida para España de una de las más brillantes generaciones políticas e intelectuales de su historia -la de la II República- y se transforma en un elemento activo y enriquecedor para el mundo hispanoamericano y para un nuevo impulso al acercamiento de éste con España, un nuevo «descubrimiento de América», como lo definiría José Gaos.

Los testimonios aquí reunidos confirman el agradecimiento de los españoles hacia los países de acogida -pese a la existencia inicial de grandes sufrimientos-, y especialmente en el caso de México. Gaos acuñó el término de «transterrado» -no un destierro, sino un traslado dentro de tierra que podía considerarse también como española- para reflejar la realidad psicológica colectiva de los refugiados entre la añoranza de España y la identificación irreversible que supondría el paso del tiempo en el nuevo país de acogida. Para María Zambrano, en cambio, el exilio era la máxima expresión del desgarro y a su vuelta a España reconocía que para ella había sido una patria irrenunciable.

La política del exilio

El declive del fascismo italiano en 1943 propicia la creación del primer organismo unitario republicano en el exilio -la Junta Española de Liberación-, y en 1945 el aislamiento de Franco y su posterior condena por las Naciones Unidas permitieron el restablecimiento de las instituciones republicanas en el exilio mexicano. Diego Martínez Barrio fue elegido presidente de la República por 72 diputados con la adhesión de otros 49 reunidos en las Cortes en México y José Giral nuevo presidente del gobierno, con la confianza de que la victoria aliada permitiría el restablecimiento de la democracia en España.

Pero lo que se iniciaba de hecho era una larga travesía del desierto para la oposición republicana del exilio, y una permanente serie de desencuentros y divisiones políticas que se acentuarían a medida que la posición internacional de la dictadura franquista se fue consolidando gracias a la Guerra Fría y al apoyo del gobierno norteamericano. Incluso dentro del Partido Socialista surgen posiciones posibilistas representadas por Indalecio Prieto y partidarias de explorar la vía de la alternativa monárquica de Don Juan, que ya en 1946 comenzaba a dibujarse como la salida más viable a la Dictadura. En esas circunstancias, el gobierno republicano en el exilio perdió cualquier atribución política y se limitó a mantener hasta su disolución en 1975 una legitimidad moral.

*Fuente : Sur Digital, 31 de diciembre de 2005