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El mural de un 'niño de la guerra'

Los alumnos del bilbaíno Museo de Reproducciones ultiman un gran fresco bajo la dirección de Manuel

Balsa MARTA NIETO  -  Bilbao

Un enorme mural que reproduce los frescos minoicos del palacio de Cnosos, en la isla de Creta, decorará la entrada del Museo de Reproducciones Artísticas de Bilbao (calle Conde de Mirasol, s/n). Desde hace dos meses una docena de alumnos de las clases de pintura que imparte Manuel Balsa (Gijón, 1924) trabajan en la reproducción de ese famoso mural mural realizado aproximadamente hace 3.500 años. "Unos se han encargado del dibujo, otros del color, de los fondos", indica Balsa, profesor desde hace más de treinta años en este museo eminentemente didáctico. Incluso ha restaurado algunas de las más de 200 estatuas que se muestran. Ahora, su gran proyecto es el mural, con el que los alumnos "aprenden a trabajar en conjunto".

Por las enseñanzas de Balsa, pintor a su vez, han pasado en estas tres décadas "casi todos los arquitectos jóvenes que hay en Bilbao y muchos de los que hoy son profesores en la facultad de Bellas Artes", afirma.

Hijo de padre bilbaíno, Manuel Balsa nació en Gijón y su peripecia vital ha hecho que acabara viviendo en la ciudad que vio nacer a su padre. Antes fue uno de los miles de niños de la guerra que partieron de España tras la guerra civil, huyendo del hambre y la miseria. Muchos de ellos eran vascos, por eso no es extraño que Balsa encontrara a su mujer entre aquellos pequeños refugiados y que ella fuera de Bilbao.

De pequeño, él quería ser aviador. Le encantaban los aviones que veía volar durante la guerra sobre Asturias. Y también los dibujaba. En realidad, Balsa dibujaba "todo lo que veía". A los 12 años se marchó a la Unión Soviética. "Iban todos", recuerda. "Nos decían que allí podías ser lo que quisieras". Y él quería ser aviador. Sin embargo, sus educadores rusos se dieron cuenta de sus posibilidades artísticas y le orientaron hacia Bellas Artes, la carrera que terminó en 1948. "Nos fue muy bien. Nos trataron muy bien. Estoy muy agradecido a los rusos", repite a menudo Balsa al rememorar su historia.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el patrimonio artístico ruso quedó muy dañado y Manuel Balsa fue una de las personas encargadas de su restauración, otro de los estudios que la educación soviética le proporcionó. "La guerra estropeó muchas pinturas, algunas casi por completo. El Museo del Hermitage, en Leningrado [la actual San Petersburgo], por ejemplo, quedó deshecho. Nos llevaron con los maestros a hacer prácticas resturando sus pinturas. Aprendimos mucho", asegura Balsa.

De la Unión Soviética regresó a España en 1957. "Todos los niños de la guerra queríamos volver, incluso los que se quedaron", sentencia. Él se asentó en Basauri y vivió de su pintura. "Entonces se vendían cuadros. Ahora no se vende nada. Ser artista es morirse de hambre", comenta.

En el País Vasco desarrolló su otra pasión: la enseñanza. "Me satisface ver cómo crece el alumno", asegura. Tantas personas han recibido sus enseñanzas artísticas que Manuel Balsa afirma: "A veces no puedo andar por la Gran Vía, porque me paran constantemente".

*Fuente: El País, 01 de marzo de 2005