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LA POSGUERRA DE IRAK

WALTER OPPENHEIMER  -  Londres
EL PAÍS | Internacional - 08-05-2004

Un soldado británico implica a 100 compañeros en palizas a presos

Un soldado, conocido como el soldado C para proteger su identidad, ha implicado a un centenar de militares británicos en supuestas torturas a prisioneros iraquíes en Basora, capital del territorio iraquí controlado por el Reino Unido.

C es el tercer soldado británico que se presta a denunciar estas prácticas a través del diario The Mirror, que la semana pasada publicó las polémicas fotos de un supuesto joven prisionero iraquí golpeado y orinado por soldados del Regimiento de la Reina de Lancashire, destinado en el sur de Irak.

A diferencia de los dos soldados que aportaron al Mirror esas fotografías, el soldado C ni ha pedido dinero ni se le ha ofrecido nada a cambio de esta información y, lo que es aún más relevante, se ha presentado ante la policía militar para denunciar los hechos y se dice dispuesto a testificar ante un tribunal. El Ministerio de Defensa ha confirmado que un soldado se ha ofrecido voluntariamente a testificar sobre malos tratos a los prisioneros en Irak.

Según su relato en el diario, el soldado C no denunció antes estos hechos, de los que dice que ha sido testigo, porque temía que el caso se tapara y a él pudiera ocurrirle "cualquier cosa". Ahora se ha decidido a denunciar los malos tratos a los prisioneros porque se estaba poniendo en cuestión la veracidad de las informaciones publicadas por el Mirror la semana pasada.

Horas arrodillados
A petición del Ejército, el diario ha decidido mantener en secreto los nombres de los supuestos torturadores identificados por C para evitar que su publicación pueda desbaratar un eventual proceso legal contra ellos. En su relato, C da cuenta de las palizas de varios días que soportaban los prisioneros menos colaboradores, con "niveles de violencia que estaban mucho más allá de lo aceptable", de cómo les tenían sin comer, sin beber y sin dormir hasta interrogarles, cómo les hacían pasar horas arrodillados y con los brazos en alto, cómo sus rostros quedaban desfigurados hasta semejar carneros después de las palizas, cómo les hacían correr encapuchados por el campamento a pleno sol del tórrido verano iraquí o yacer encima de sus propias heces.

"Uno de los peores casos que vi fue el del cabo X mostrando de qué era capaz. Se fue hacia uno de los prisioneros que aún tenía un saco de arena en la cara y fue metiendo los dedos en sus globos oculares hasta que el chaval se retorció de dolor", relata. El soldado C explica cómo los oficiales sólo intervenían en casos de palizas extremas y afirma que los malos tratos empezaron a trascender fuera del campamento porque uno de los presos murió y tuvo que intervenir la Policía Militar.

"Cuando la sección especial se vio envuelta, el oficial X negó que supiera nada sobre lo ocurrido. Dijo que habría castigado a los responsables pero que no sabía nada. ¿Cómo podía decir que no sabía nada, acaso no veía en qué estado quedaban los detenidos después del interrogatorio?", denuncia.