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La memoria del genocidio

Catalunya debe honrar a los demócratas perseguidos por el nazismo con la complicidad franquista

JOAN Saura
Conseller de Relacions Institucionals i Participació

El mundo entero ha mirado estos días hacia Auschwitz. Las víctimas de la peor tragedia de la historia de la humanidad han vuelto a ser noticia, hemos visto sus rostros, hemos recordado con vergüenza su exterminio, hemos escuchado con pudor el testimonio de los supervivientes. Pero tras la dosis de memoria histórica, corremos el riesgo de olvidar de nuevo.
Millones de personas: judíos, gitanos, soviéticos, discapacitados, homosexuales, presos políticos, republicanos españoles... sufrieron hace 60 años el mayor sistema de reclusión y exterminio de la historia. Pero lo que ocurrió en los campos de exterminio no empezó a conocerse en profundidad hasta años después del final de la segunda guerra mundial. El recuerdo del Holocausto era demasiado incómodo y desagradable incluso para los vencedores de la guerra. Este inicial silencio que sufrieron la mayor parte de las víctimas, incluso los judíos, cuyas comunidades en Europa central y oriental fueron exterminadas, con la muerte de más de cinco millones de personas, fue aún más prolongado para los miles de republicanos españoles y catalanes, que sufrieron los campos de concentración, y que no tenían Gobierno que les reclamara, ni país al que regresar, por la continuidad de la dictadura franquista.
A finales de los años 70, Montserrat Roig nos ofrecía el testimonio de los catalanes en los campos de exterminio. Y sólo desde hace unos años ha empezado a ser conocida y difundida la responsabilidad del franquismo en la aniquilación de miles de ciudadanos españoles, que pasaron de la condición de prisioneros de guerra o de detenidos, por su participación en la resistencia, a deportados en un campo de exterminio o como mano de obra esclava, ante la complicidad del régimen franquista.
Los republicanos habían combatido contra el fascismo antes que nadie en Europa, y eran considerados unos apátridas. El Gobierno franquista dejó a los republicanos detenidos en manos de los nazis. Su actitud tenía coherencia, la guerra civil y la represión posterior no fueron otra cosa que un intento planificado de aniquilación de una parte de la sociedad por razones políticas y sociales, que tuvo su continuidad en el exilio a manos de las SS.

SESENTA años después, a principios de mayo, la Amical de Mauthausen conmemorará, con la participación de los supervivientes y el apoyo de la Generalitat, la liberación de los campos de concentración de Ravensbrück y Mauthausen, donde se encontraban la mayor parte de hombres y mujeres republicanos, y se recordará la participación de miles de catalanes en la segunda guerra mundial. Algunos tan destacados como Francesc Boix, joven comunista catalán cuyo testimonio fue clave en el juicio de Núremberg, o Josep Miret, conseller de la Generalitat que murió en Mauthausen.
Hay quien se pregunta, 60 años después del fin de la segunda guerra mundial, cuando la democracia está asentada, ¿por qué hay que recordar desde Catalunya?
Pues porque es imprescindible alimentar la memoria a partir del conocimiento de la historia, evitando la banalización o incluso la morbosidad con la que a menudo se habla del Holocausto. Es necesario explicar el porqué, como mejor antídoto contra el fascismo, el militarismo, el antisemitismo y todo tipo de racismos. Los derechos humanos nacen como consecuencia del rechazo a la guerra y al genocidio. Pero, desgraciadamente, los genocidios de Camboya, los Balcanes o Ruanda, aunque también la persistencia en Europa de formaciones de ultraderecha, nos recuerdan que no hay que dar nada por definitivamente superado.
En segundo lugar, porque la guerra mundial y los campos de concentración forman parte de la historia de Europa y de nuestra propia historia. Para muchos catalanes la guerra mundial fue una prolongación de la guerra civil española en otro escenario. Frente el mito de la neutralidad de Franco, hay que dar a conocer la responsabilidad del régimen franquista en la deportación de los republicanos, el papel de la División Azul y las relaciones con la Alemania nazi y la Italia fascista.

Y FINALMENTE, como homenaje a los supervivientes. La tenacidad de asociaciones como la Amical de Mauthausen, que no siempre han contado con el debido apoyo institucional, nos ha permitido disponer de un riguroso testimonio histórico de lo que fueron los campos de exterminio y de un valioso legado moral, que ha de perdurar. Ahora es también responsabilidad de las administraciones dar continuidad al testimonio ético de los supervivientes con una política pública de recuperación de la memoria histórica.
No dejar que se vuelva a olvidar Auschwitz, Mauthausen y tantos otros escenarios del fascismo es un antídoto y el mejor homenaje a los hombres y mujeres que lucharon por la democracia y la libertad.

*Fuente : El Periódico. 1 de Febrero de 2005