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Niños octogenarios

RAMÓN JÁUREGUI ATONDO/PORTAVOZ DEL PSOE EN LA COMISIÓN CONSTITUCIONAL DEL CONGRESO

En la fachada de un edificio en restauración, justo al lado de la plaza Roja de Moscú, junto al Kremlin y el mausoleo de Lenin, una valla publicitaria muestra un anuncio gigantesco de los relojes más caros del mundo. No es casual que la imagen comercial de la antigua capital comunista esté invadida por las franquicias de todas las grandes firmas comerciales del lujo. El tránsito de la economía planificada y estatalizada del viejo régimen comunista al capitalismo más salvaje ha provocado un empobrecimiento masivo de la mayoría y el enriquecimiento exagerado de una nueva clase propietaria de la producción, en su mayor parte, la generación joven del viejo Partido Comunista, bien colocada en el momento de la privatización de los últimos años. Rusia, como Argentina o Colombia, entre otros países, es un buen ejemplo de la desgracia social que inunda a sus ciudadanos cuando falla el orden político, el funcionamiento mismo del Estado que permita redistribuir su enorme riqueza y hacer competir la evidente capacitación de su ciudadanía. Desde España, nos basta una mirada al exterior para comprobar que, con todas las insuficiencias que se quieran, somos bastante privilegiados.

En este caos social que es la Rusia de principios de siglo, en este inmenso país atravesado además por las tensiones territoriales, étnicas y religiosas de sus antiguas repúblicas, viven unos pocos españoles, que llegaron huyendo de la Guerra Civil española. Niños refugiados que llamamos 'nuestros niños de la guerra'. Quizás algunos de ustedes recuerden un artículo que publiqué en estas mismas páginas hace un año y que titulé 'Nostalgia y Justicia'. Fue con motivo de una visita que la delegación parlamentaria de amistad con Rusia hizo a Moscú a finales del año 2002. El contacto con los más de doscientos octogenarios que quedan, de aquellos tres mil niños que viajaron a Rusia en 1937, de los cuales casi dos mil eran vascos, fue emocionante. Los estaba viendo en el barco, despidiendo alegremente a sus madres, que lloraban en el muelle de Santurtzi por su marcha, mientras sus maridos luchaban y morían en el frente. Es un viejo documental que todos hemos visto, quizás una de las más gráficas expresiones de la tragedia humana que fue aquella guerra, junto a las imágenes, igualmente desgarradoras, del paso por los Pirineos catalanes, bajo la nieve, de los exiliados de Barcelona al final de la guerra.

Y ahora los tenía al lado, contándonos su azarosa vida en Rusia, después de años de guerra en los cuarenta y hambre en el estalinismo de los cincuenta. Privados de sus familias (y sus madres y padres privados de ellos), trabajando y estudiando durísimo para poder vivir. Nos trasladaron una petición angustiosa: que España les mejorara la pequeña pensión no contributiva que cobraban de la Seguridad Social, porque la pensión rusa era simplemente miserable.

Cuando llegamos a España me puse a la tarea. Preparé una proposición no de ley que firmaron todos los grupos de la Cámara, excepto el PP, y solicitamos al Gobierno que duplicara la pensión de estos compatriotas con los que España tenía una deuda de justicia. El Gobierno anterior rechazó la petición y es entonces cuando, entre indignado y militante, comencé esta campaña por los 'niños de la guerra', difundiendo esta reivindicación elemental. El artículo que publiqué en este periódico y otras muchas actividades que hice después respondían a esta causa.

Hace unos meses llegó a Moscú un nuevo cónsul de España, José Antonio Zorrilla, bilbaíno, diplomático excelente, director de cine a ratos, y buen amigo de viejas luchas democráticas. Conoció a los 'niños de la guerra' y tomó su bandera. Cuando el presidente Zapatero viajó a Moscú el pasado mes de diciembre a visitar a Putin, nuestro cónsul, acompañado de nuestro embajador, Javier Elorza, también compañero de esta causa, llevó al presidente español a visitar la sede de nuestros 'niños'. Zapatero se emocionó con ellos. Nieto del capitán Lozano, fusilado, y de familia represaliada, entendió bien su angustia y su suerte y prometió no sólo duplicar la pensión, sino instalar un ascensor en aquel destartalado piso moscovita, para que nuestros niños octogenarios pudieran subir a la sede.

Hace quince días, el domingo 23 de enero, viajé a Moscú acompañando al ministro Caldera para informar a los 'niños' de que su petición había sido aprobada en el Consejo de Ministros del viernes 21 de enero. Los periódicos informaron, efectivamente, de que un proyecto de ley que se tramitará las próximas semanas establece una pensión de 6.090 euros al año para los más de quinientos 'niños de la guerra' (275 en Rusia, Georgia y Ucrania y el resto en Chile, Venezuela y México y unos pocos también en España).

Ustedes pueden imaginar la emoción que vivimos los que hemos trabajado por este reconocimiento al informar y compartir con la delegación en Moscú de estos 'niños octogenarios' la buena nueva, el lunes 24 del pasado mes. Coincide que esta noticia se producía en plena reestructuración del sistema de pensiones ruso, y con subidas del más del 10% en los precios energéticos y de transporte en toda Rusia, que los condenan a un final de vida en la más absoluta de las indigencias. La mejora de la pensión española ha superado con creces su petición de alcanzar el 100% de la pensión no contributiva. De cobrar entre 150 y 200 euros al mes pasarán a percibir más de 500, lo que les coloca literalmente con pensiones de 'ministro ruso'. La ley les garantiza, además, la asistencia sanitaria española y anualmente viajarán con el Imserso a España, de vacaciones. Fue uno de esos momentos, desgraciadamente poco frecuentes, en los que la política te reconcilia con la grandeza de sus fines.

El año que viene recordaremos el setenta aniversario del comienzo de la Guerra Civil. Quedan todavía muchas deudas con aquel pasado y con la dictadura que sufrimos después. Durante la Transición olvidamos en exceso, confundidos por el perdón generoso que los demócratas extendimos al franquismo. Hoy es el día en que estamos a la espera de un informe que el Gobierno de Zapatero tiene que presentar ante el Parlamento en los próximos meses, en el que se debe dar respuesta a muchas demandas de justicia que están a la espera de la democracia, casi treinta años después de que ésta fuera recuperada: las exhumaciones de fusilados, los consejos de guerra, reconocimientos y honores a los batallones internacionales, las víctimas del franquismo hasta el 77 (entre los que se encuentran, por ejemplo, los muertos del 3 de Marzo de Vitoria) y otros colectivos pendientes todavía de compensación democrática.

En los años de los gobiernos de Felipe González se produjeron sucesivas leyes que hacían justicia con el bando republicano: indemnización a víctimas de la guerra, a los mutilados, a los militares republicanos, a quienes sufrieron cárcel o campos de trabajo, etcétera. Espero sinceramente que en el informe del actual Gobierno se incluyan las últimas demandas pendientes, y en particular espero y deseo una ley de compensación a la víctimas del franquismo desde el año 68 hasta la amnistía para compensar a quienes murieron o sufrieron lesiones en la defensa de derechos y en el ejercicio de libertades que fueron reconocidas después por la Constitución. Desde luego, con los 'niños de la guerra' puede decirse que, aunque tarde, hemos cumplido, y que en esta ocasión aquel perdón de entonces no ha supuesto ni olvido ni injusticia con los que quedan todavía.

*Fuente: El Correo Digital. 6 de Febrero de 2005